miércoles, 2 de mayo de 2018

Jaime Mayor Oreja, el vencedor de ETA


Tal vez a algún desmemoriado, o demasiado joven para tener el recuerdo vivo de aquella época sangrienta que conocemos como los “años de plomo” vera mucho atrevimiento en esta afirmación, pero a poco que se refresquen los hechos coincidirá en la justicia que encierra.

Como ministro del Interior desde el primer gobierno de José María Aznar le toco tomar decisiones muy duras que se revelaron tremendamente aceradas.

Lo primero que hizo fue desautorizar los contactos con ETA que mantenía el anterior gobierno socialista a través del mediador Adolfo Pérez Esquivel, con lo que mandaba un mensaje claro a los criminales de que perdieran cualquier esperanza de obtener réditos políticos por su actividad asesina.

Lo segundo fue negarse a los atajos o guerra sucia y entregar todos los medios personales, materiales y apoyo político a la acción de Guardia Civil y Policía Nacional, reafirmando su moral de victoria y la legitimidad de su acción en la persecución del crimen.

Y por último y no menos importante, rescato el valor y dignidad de las víctimas de los asesinos etarras, reivindicándolas como personas y por su labor de sostén moral de  una sociedad que luchaba contra los que pretendían imponer sus ideas con la exclusiva fuerza de las armas amordazando las libertades más esenciales de los españoles.

A resultas de ello no tardaron en llegar los éxitos aún acompañados de dolorosas perdidas. La liberación de Ortega Lara tras 532 días de secuestro fue un revulsivo y un rearme moral de los españoles que los asesinos etarras quisieron quebrar con el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco.

Sin embargo, los asesinos etarras cosecharon lo contrario de lo que pretendían pues los españoles perdieron el miedo, la rabia inundo sus corazones ante tamaño desprecio a la vida humana y de ello surgió un rechazo unánime a ETA y sus cómplices que permanece hasta hoy.

El resto, la persecución y acoso del aparato de financiación y propaganda, la desaparición de la kale borroka en las calles de las provincias vascas y por fin la “tregua trampa” de los etarras no fueron sino consecuencia del agotamiento de los asesinos a resultas de las sucesivas capturas de sus cúpulas, la desaparición del santuario francés, fueron consecuencia de que los sucesivos ministros del Interior del PP continuaron lo que él puso en marcha.

No acertara aquel que crea que poner a Jaime Mayor Oreja en cabeza suponga relegar o minusvalorar el sacrificio de la Guardia Civil, la Policía Nacional, los ertzainas, políticos socialistas, populares y ciudadanos que sufrieron directa y sangrientamente la acción de los asesinos etarras. Lo que pasa es que fuerzas de seguridad y ciudadanos veníamos sufriendo a los asesinos desde hace más de cuarenta años y en esos años nadie como él desde el Ministerio del Interior supo poner las bases de la derrota de ETA.

Los instrumentos, la dignidad, la memoria, la legalidad y la acción constante sin desaliento por los tropezones momentáneos estaban a disposición de quien quisiera usarlos y sin embargo hasta que Jaime Mayor Oreja los tomo como bandera de su acción política la victoria no estuvo cerca.

Por ello mi reconocimiento, memoria y agradecimiento por su labor y la de los casi mil asesinados por ETA, los guardias, policías, políticos y españoles que entregaron su vida y su esfuerzo para acabar con estos asesinos.

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