martes, 3 de abril de 2018

Puigdemont y el fin de la impunidad


No hay cosa más disolvente de la confianza de los ciudadanos en la justicia que la impunidad, y más si el impune es un poderoso. Poderoso en lo económico, político o social.

Una vez que el ciudadano interioriza que hay intocables, que la justicia no es igual para todos empieza a descomponer el cuerpo social y la solidaridad que le da cohesión a través de la desobediencia a las leyes y negación de autoridad a la justicia. Eso y no otra cosa es lo que de verdad descompone a una nación, fomenta las revoluciones y atrae la anarquía.

Pues bien, parece que la Fiscalía alemana va poniendo las cosas en su sitio y los plazos para que España reciba al prófugo de la justicia, el Sr. Carlos Puigdemont se van acortando. Y esto es bueno para todos, incluso para los separatistas.

Hasta ahora comportamientos como la eliminación del español de las escuelas, el multar por rotular en español y tantos otros pasaban sin sanción a pesar de que es un derecho fundamental de todo español el conocerlo y usarlo al igual que el resto de lenguas cooficiales en aquellos territorios en las que son comunes.

Hasta ahora han pasado sin sanción vejaciones públicas a la Corona y a la bandera de España por parte de dirigentes políticos arribistas como Ada Colau y algunos otros que se hacen los valientes cuando se creen impunes. E impunes se han sentido durante años los nacionalistas vascos, catalanes, gallegos y de otras tantas tribus cuando han ido propalando toda suerte de agravios, mentiras y vejaciones a los que nos consideramos españoles y nos sentimos como en casa en cualquier rincón de nuestra nación además de comprometidos con el bien común de los españoles con independencia de donde vivan.

Pues bien, eso está bien cerca de acabar, y de acabar de la mejor manera posible, enjuiciando no a unos actores menores de esta tragedia que ha sido la intentona secesionista devenida en comedia bufa, sino yendo a su cabeza, al vértice de la escala de mando, impidiendo con la acción de la justicia que sean los “mandados” quienes de nuevo carguen con las culpas de sus dirigentes.

Y es que hubiera sido disolvente para la credibilidad de la Justicia española y la consideración social que se le debe por los ciudadanos que el Sr Carlos Puigdemont no hubiera comparecido ante los tribunales españoles o lo hubiera hecho por conductas de menos gravedad que sus obedientes vasallos.

De darse el caso, juzgarse y castigarse por supuestos de menor importancia que al resto, la sensación de la impunidad del poderoso, de aquel que escapa a la acción de la justicia y se aprovecha de las reglas trucadas a su favor, hubiera sido tan fuerte que hubiera minado fuertemente, casi irreversiblemente, la confianza de los españoles de que todos, del Rey para abajo, somos iguales ante la ley.

Por ello hoy es un día para felicitarse los ciudadanos de orden, respetuosos con la ley y el bien común. Y lo es porque nos reafirma en la convicción de la igualdad ante la ley y en la tranquilidad que nos da la convicción de que otros, el PNV pongamos por caso, se tentara mucho la ropa, antes de poner a España en una situación como a la que nos ha llevado el Sr. Puigdemont y sus mariachis.

 

 

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