Sumido en su irrefrenable afán de
poder y en su, hasta ahora, insatisfecha ambición de ocupar la Moncloa anda en
estos días el pobre de Pedro Sánchez ocupado en cómo salir lo mejor parado del lio
en el que él solo se ha metido con lo de la polinación, la nación de naciones,
todas las naciones son España o la última ocurrencia de que” al menos y por ahora” dentro de España hay
tres naciones.
Ciertamente el papelón en el que
él solo se ha metido me produce a su vez indignación, risa y compasión.
Indignación porque no es de
recibo que, por mor de una ocurrencia, la búsqueda de un titular o el pago
mercenario del apoyo recibido del PSC en su carrera a la Secretaría general del
PSOE, se ataque al conjunto de la nación española. Una nación con al menos 500
años de historia, que es previa a la Constitución, a Pedro Sánchez. Una nación cuya
unidad, libertad y defensa han asumido cuantas constituciones haya habido en
España de desde la Pepa, constituyéndose
como unidad política en la que se reconocen quienes habitan el territorio de
España y que se agrupan entorno a un común gobierno que defiende la libertad e
igualdad de oportunidades de quienes la integran.
Risa porque siempre causa hilaridad
ver a cualquiera con un poco de autoridad tratar de salir de un charco en el
que innecesariamente se ha metido solo y donde demuestra que no solo es igual
sino inferior a cualquiera de los españoles del común en su incapacidad de reconocer
que ha metido la pata y rectificar.
Y compasión, si compasión, al
contemplar al pobre hombre que en búsqueda de notoriedad es capaz como aquel
que quemo el templo de Artemisa en Efeso, una de las siete maravillas del
mundo, con la única pretensión de pasar a la posteridad y cuyo nombre no es por
nadie recordado y de hacerlo lo sería con desprecio por la ignominia cometida.
Pues de igual modo puede ocurrir que en su afán por alcanzar la cima de su
ambición se encuentre que no ejerce autoridad ni dominio alguno sobre nada pues
para alcanzar tan alta meta haya entregado los despojos de una centenaria
nación a quienes, como la soldadesca que se disputaba las escasas pertenecías de
Jesús a los pies de la cruz, solo tienen el mezquino deseo el de repartirse los
bienes y legados que tanto nos ha costado conseguir a todos los españoles,
pasados y presentes, sin importarles un pimiento el bien común y el progreso de
los individuos que componemos la nación.
Por ello y si tan funesto
vaticinio llegara a alcanzarse, esperemos que no y que como Bismarck opinaba la
nación española sea tan fuerte que ni los españoles seamos capaces de
destruirla, Pedro Sánchez habría logrado auparse a la historia con el merecido
sobrenombre de Pedro Primero Sin Tierra.
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