Resulta curioso
cómo cambian las cosas con el tiempo y como, una vez más, se demuestra que la
primera impresión no es lo que más importa.
Le ha pasado a
Susana Díaz y cada día que pasa mayor es su descredito en Andalucía y en España
entera.
Susana Díaz ha
pasado de estar llamada a liderar el PSOE a nivel nacional, de gobernar
Andalucía en solitario, recuerden la noche electoral y sus entusiastas
proclamas en ese sentido, a verse rechazada por tres veces por el Parlamento
andaluz y mostrar su incapacidad para llegar a acuerdos distintos de
“entregarme todo el poder” sin condiciones que ya veré después lo que hago con
él.
A tanto está
llegando sus desesperación que ya amenaza a quienes no la apoyan con que lo
“pagaran”. Tal es su ofuscación que “puentea” a los líderes parlamentarios
andaluces llamando a sus líderes
nacionales, bonita muestra de confianza en el autonomismo, y rechazando cualquier
condicionamiento a nivel nacional sobre las alianzas.
Y poco a poco su
imagen se desdibuja, su crédito se agota y su fracaso se palpa.
Más de 6 de cada
diez andaluces no la votamos, poco más de 3 de cada diez si lo hicieron. ¿A
quién amenaza?, ¿con que autoridad moral?
Los andaluces
somos libres de votar a quien nos parezca y nuestros representantes son
responsables de gestionar ese voto. Hasta ahora lo claro es que una mayoría no
eligió que la gobernara el PSOE y Susana Díaz.
¿Nuevas
elecciones? Pues venga, ¿a quién asustan? A lo mejor y sin proponérselo Susana
Díaz instaura en Andalucía las “elecciones a segunda vuelta” y puede que hasta
nos venga bien a los andaluces. Sería el único éxito de su actual fracaso.
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