Periódicamente
uno de los tres bancos en que tengo mis ahorros me fastidia el almuerzo
llamándome para ofrecerme un crédito pre concedido. Y yo tan educadamente como
puedo les agradezco el ofrecimiento pero le digo que no lo necesito para nada y
no crean que no lo siento.
Y lo siento
por tener a mi disposición lo que tantos aspiran, crédito, y sin embargo no
tengo una idea o proyecto empresarial donde emplearlo.
Viene al caso
esta introducción para demostrar que dinero para prestar hay, lo que pasa es
que no se ofrece en cantidad y calidad a quien de verdad puede hacer de él un
uso productivo.
Y en ello
tiene responsabilidad compartida el Banco de España y la deuda de las
Administraciones públicas estatal, autonómica y municipal.
Empecemos por
el Banco de España y el Banco Central Europeo.
Primero hay
que denunciar alguna media verdad o mentira. La actual crisis no la han
provocado la mayoría de los bancos que han sobrevivido a la misma.
Bancos como
Santander, BBVA, Sabadell, Unicaja,
Caixa o Bankinter han superado la crisis sin recibir un euro del Estado. Fueron
prudentes, diversificaron su cartera de créditos además de tener capital suficiente
para respaldarlos.
Es más, a
buena parte de estas entidades les debemos que hayan asumido los “marrones” de
otras entidades, mayormente Cajas de Ahorro. No es popular decir esto pero es
cierto.
Pues bien
después de la tormenta el Banco de España y el Banco Central Europeo a través
de los “test de estrés” han puesto el
énfasis en uno de los factores que les evitaron caer en quiebra, el tener suficiente
capital de respaldo, mientras olvidan la que para mí es más importante causa de
esta resistencia como es la prudencia y diversificación del crédito.
Tanto es así
que han obligado a los bancos a aumentar desmesuradamente su capital y
provisiones obligando a mantener este dinero sin uso, sin prestar, a modo de
garantía. Y con ello se desnaturaliza la razón de ser de la banca que es tomar
dinero para prestar.
Y es que el
aumento del crédito es incompatible con
exigencias de más capital como exigen las normas de Basilea III y los
próximos test de estrés que exigen preventivamente los recursos que pueden
llegar a perder.
Por si eso no
era suficiente entró en escena la angustiosa necesidad de financiación de las
Administraciones públicas.
Reducidos
drásticamente los ingresos por impuestos y sin ajustar lo suficiente los gastos
las administraciones necesitan financiación para soportarlos. Y ello lo
consiguen a través de la colocación de su deuda pública a los bancos.
Pero en vez
de concurrir en igualdad de condiciones
con el crédito privado lo hace bajo unas condiciones privilegiadas. La deuda
pública no computa a la hora de exigir como contrapartida un capital
inmovilizado que lo respalde. Ello y no otras razones justifican la carencia
del crédito privado.
Así los bancos
se ven con que tienen poco dinero que prestar y en buena práctica bancaria lo
quieren prestar a clientes solventes. Y estos no están por recibir prestado pues si
los tipos de interés bancario están a la baja sin embargo el margen bancario
crece para remunerar el mayor capital que les exigen.
Por ello a la
banca se le está exigiendo la búsqueda de un cliente imposible, aquel que
siendo solvente esté dispuesto a pagar tipos de interés caros. El caso es que estos clientes muy solventes o
no necesitan el dinero o prefieren respaldar sus inversiones con su propia
liquidez, cosa que explica que la mayoría de las compras de vivienda se haga en
efectivo sin el respaldo de una hipoteca salvo en los casos en que los bancos
“colocan” uno de los inmuebles que se
les habían quedado “colgados” por daciones en pago, embargos o promociones
fallidas.
Es por ello
que para que fluya el crédito sería más sencillo que el Banco de España y el
BCE redujera las necesidades de capital y provisiones con lo que los bancos
tendrían gran cantidad de liquidez que colocar en el mercado.
Si además se
reduce la necesidad de computar capital contra emisión de deuda privada al
igual que ocurre con la pública estaremos en el buen camino de la recuperación
del crédito sin necesidad de que el BCE inunde el mercado con dinero que casi
ningún banco le reclama.
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